viernes, 22 de enero de 2010

Moraleja


Eduardo - Si, evidentemente lo volverá a hacer…
Juan - No, fíjate bien, hoy esta vestida con cascabeles y se ha dejado ver los brazos.
Eduardo - Si, pero mira sus labios, siguen sangrando, y su cabello no ha cambiado de color, y lo que es peor,aún no se deja ver el rostro, seguro que hoy también jugará a las escondidas…
Juan - Pero hoy los ojos los tiene distintos, hoy tienen brillo, dale fíjate bien y vas a ver.
Eduardo - Si tenés razón, pero convengamos que cuando salía con aquel hombre que la amó también le brillaban los ojos y mira donde terminó todo, además no vamos a suponer que está enamorada de su marido, esta mujer no se enamora…
Juan - Si es verdad, pero bueno, mejor la dejemos de observar tanto, no vaya ser que corramos con la misma suerte que aquel infeliz.
Eduardo - ¿Y que observaremos ahora si no es a ella?
Juan - A los pájaros, por ejemplo. Mira allá hay un picaflor, o mejor veamos las piedras del camino que nos lleva a casa.
Eduardo - Mira, el pájaro ha caído en las redes de la fulana, se ha apoyado en su hombro y ahora reza por un minuto más de aire.
Juan - Pobre animal, se ha confundido de néctar.
Eduardo - Pobre animal que creyó dulce al veneno y hoy observamos el matiz de su propia muerte.
Juan - ¡Ganaste!... Tenias razón, hoy lo volvió a hacer.
Eduardo – Si, pero aún no se ha conformado, no te olvides querido amigo que es mujer, por ende todavía falta para que se halle satisfecha.
Juan – Nos vamos a convertir en piedra, mejor caminemos a nuestros hogares, besemos en los labios a nuestras amadas y acariciemos el rostro de nuestros niños, no nos quedemos tentando la suerte, veámonos, para hoy han pronosticado tormenta.
Eduardo – No seas tonto, no va a sucedernos nada, fíjate bien estamos bien protegidos de su mirada y del roce de su piel, quedémonos y veamos en que terminará este instante.
Juan – No, yo me voy, si hay algo a que le temo es a los días de lluvia, a esta mujer y a tu vaticinio de desgracias. Quédate vos, que yo querido amigo, ya no puedo acompañarte.
Eduardo – Como quieras Juan, igual, siempre fuiste un cobarde, siempre escondiéndote atrás de la máscara de un guerrero y a primera de cambio, cuando las cosas se ponen peligrosas huís como la peor de las ladrones, anda, que tu interesante vida te espera… anda, de todos modos ya me tenias cansando… anda, y ándate rápido que la fulana se acerca a nosotros.

Juan la mira con el miedo de los niños y sale corriendo casi por instinto.
Eduardo se levanta de tras de los arbustos y deja ver su cuerpo a la fulana, intuye que se evaporarán los oráculos y los fantasmas que giran alrededor de aquella dama, extiende su mano y ríe.

La fulana - ¿Usted está seguro que quiere sostener mi mano? (lo mira con ojos provocadores, deja ver sus piernas atrás de los cascabeles y el cabello se le ha puesto negro).
Eduardo - ¿Cómo se llama usted mi señora? Solo sostendré su mano si usted deja ver su rostro.

Ella se despoja de sus vestimentas en el preciso momento en el que los antílopes cruzaban la ladera. Ella regala su desnudez a aquel hombre que la ha reclamado suya y con sus deliciosas manos comienza a lamerle el cuerpo, invitando con sus ojos al valiente joven.

Eduardo – Ya se lo he dicho señora, solo sostendré su mano si usted se despoja de personajes y deja ver su rostro.
La fulana - ¿Acaso no le gusta mi cuerpo, acaso no le resulto bella?
Eduardo – Es usted un cúmulo de perfecciones echas mujer, es usted la mujer mas hermosa que mis ojos han visto en toda mi insignificante vida, pero yo no creo en maquillajes ni en vestidos… yo no amo el teatro por eso le exijo que muestre belleza por otro lado, porque estoy seguro que aquello que oculta ha de ser grande.
La fulana – Soy hija de la espuma… Afrodita me llaman.
Eduardo sacó una manzana de uno de sus bolsillos y se la ofreció de rodillas…

– A la más bella.

Afrodita se arrodilló mordió la ofrenda besando los labios del joven, desnudó su cuerpo y se abandonó a él…

Pero tres melancólicas doncellas aguardaban atrás de un árbol que esto sucediera, que las palabras del guerrero retirado se hicieran carne. Aguardaban y rezaban la suerte de los amantes, aguardaban el momento perfecto que nunca llegaba y que ya estaba tan cerca…

Los últimos granos del reloj se derritieron antes de cruzar la pequeña mirilla y los hilos habían sido cortados, nadie podía ya detener la suerte de estos dos valientes enamorados. Ríen y beben, cantan y saltan… dejan escuchar sus voces al bosque entero, a la aldea entera… como campanadas, sus cánticos anuncian la muerte de manos de las parcas.

¿Moraleja?:
Al igual que en otros relatos… las manzanas siempre son portadoras de desgracias.
Al igual que en la mayoría de estos relatos, las intuiciones y deseos de los hombres… fallan.
Al igual que en otros relatos la suerte de los enamorados nunca es la mejor.
Al igual que nuestros relatos, sabemos que está mal y sin embargo nos gusta.
Al igual que en todos los relatos, las mujeres nunca se hayan satisfechas y por esto su amor lleva a el peor de las tormentos a sus amados.
Y al igual que la mayoría de mis relatos, caer y perder por los labios de nuevas y hermosas damas valen el oro de aquellos que nunca han tenido los hombres y de lo que si han logrado.

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