jueves, 28 de enero de 2010

El Café que nos debemos...


Jugabas a las escondidillas conmigo, pieza tras pieza y el tablero se tornaba eterno... viniste aquella noche de la mano de los niños que fuimos con una propuesta poco conveniente entre los labios.

(Golpes en la puerta)

- ¡Quien sea no estoy para nadie, hoy estoy gris!.
- Soy un extraño en búsqueda de aventuras... (Sonreí y cuando abrí, ya era demasiado tarde)...
Cuando leíamos aquel libro de tapas rojas, que había sido escrito por los antepasados de algún fulano, fingíamos ser extraños en búsqueda de aventuras... Cuando vos asechabas jovencitas en las tanguerías, y yo te esperaba afuera en el auto para rajar de algún enamorado celoso, éramos extraños viviendo una aventura, y nos gustaba eso de reconocernos y desconocernos... la vida se había tornado bastante tediosa como para dejar en la caja aquellos bombones y vos siempre esperabas mi dulce propuesta. Pero hacía un tiempo ya que me mirabas con ojos de extraño, y ahora me venías a confirmar tus deseos.
Creíste que iba a escabullirme por los rincones del gran patio intentando escapar de vos como tantas otras veces lo había hecho, como una niña escapando del castigo de su padre, pero esta vez no fue así... me quedé suspendida en el aire, casi sin aliento. Gris y todo, frente tuyo, acaricié tu rostro y te dejé pasar...
- Ahora el que propone soy yo...
- Ah, mira vos... y yo pensé que venías a buscar algo de mi, ¿Un extraño te haces llamar?... a ver decime tu propuesta, ya te abrí la puerta y como siempre, aún no ha sucedido nada.
- Me sonó a reto eso...
- Que te suene a lo que quieras, no me importa mientras te suene a algo, yo te advertí, hoy estoy gris, y viniste con una propuesta inmadura entre las manos, agua que se te escapa por los dedos como siempre, a ver cuando te convertís en algo más que una simple marioneta mía, a ver cuando te vas a quitar mis palabras y te vas a dejar ver el rostro, más que por mi, por vos.

Te sentaste en el sillón y te pusiste a llorar, nada que deba sorprenderme.
Yo fui a la cocina a prenderme un cigarrillo y a preparar un café, sabía que la noche se tornaría larga intentando que te alejes de mi, no era la primera vez que lo hacía, pero sin embargo vos siempre regresabas. Esta vez tenía que ser diferente. Ya me había cansado de lidiar con un jovencito tímido, un niño que juega a ser adulto, me había cansado de tus sonrisitas oxidadas, de tu perfume gastado, de tu carita linda... te quería lejos mío, no soportaba verte y saber que soy yo la que construye ese panorama tan patético día tras día... vos ya no eras mi amigo, tampoco un conocido, y ya ni siquiera eras un ser humano.
Te habías convertido en arcilla y yo, en la artista renegada de la obra y con ánimos de destrucción.
Cuando hirvió el agua sentí que te acercabas por atrás acariciando las paredes, aspire muy fuerte el humo para taparme momentáneamente la boca, cegué mis ojos y cubrí mis oídos...
- ...¿Puedo tocarte?...
- ... ...
- ¿Puedo tocarte te pregunté? (dijiste con voz firme y aquí comenzaba nuevamente la partida del niño que juega a ser hombre y no pude más).
- No, no podés tocarme, ¿Sabés porqué?.
- No, no sé porqué.
- Porque los hombres no preguntan, por que los extraños no preguntan, por que los amantes no preguntan, por que los amigos no preguntan, por que los valientes no preguntan y más aún, porque los aventureros no preguntan... y por que vos, sos todo lo contrario a lo que te mencioné, sos marioneta, conocido, amigo y enemigo, cobarde y lo suficientemente tímido como para buscar aventuras y me repulsa pensar que tus manos me acaricien la espalda.

Me di la vuelta y busqué las tazas en la alacena y los granos de café para saturar el agua, el tiempo corría y me había olvidado de que estabas atrás mío con una inexistencia nueva, cortaba el pan y buscaba la manteca.
De repente pude escuchar tu respiración... vivo.

- ¿Por qué sos tan dura conmigo?, ¿No te das cuenta que si estoy aquí es por algo, que siempre abandono mi pensamiento y casi por inercia llego al umbral de tu puerta para verte o sentir tus pasos sin mirar, acaso no te das cuenta que no puedo más así?.
- Y décime una cosa, ¿Qué querés que haga?, ¿Que salga y me arroje a tus brazos como las jovencitas de turno con la que jugamos a las escondidas?, ¿Que te endulce la mirada con movimientos sutiles y los oídos con palabras de amor?, ¿Vos te crees lo suficientemente hombre para que yo me encauce en esa ridícula escena?. Aquí el que tiene un problema sos vos, no yo. Aquí el que “no puede más” y sin embargo nunca puede sos vos, no yo. Aquí el que abandona sus pensamientos para caminar hasta mi casa a no hacer nada sos vos y no yo. Aquí el que se tiene que responder las preguntas sos vos... no yo. Y por favor no me interrumpas más, preparo el último café que vamos a compartir. Cuando la borra se deje ver, tu destino conmigo estará echado, el muchacho que conozco se irá y no volverá sobre sus pasos y daremos muerte a todo esto de una vez por todas.
- Que así sea. Te ayudo con el pan.
- Hacé lo que quieras.
- ¿Lo que yo quiera Luz?.
- Sí... si querés el pan tomá el pan, si querés la manteca tomá la manteca, si querés preparar la mesa, hacelo... no me importa, te dije que no me molestes, estoy ocupada.
- Prometo no hacerlo.

Secaste el sudor de tu frente, te lavaste las manos y la cara, desenfundaste con templanza las armas y con una fuerza descomunal me agarraste de la cintura dándome vuelta y besaste mis labios.
El café me quemaba las piernas y decidiste bajar mis bragas y sentarme arriba de la mesada para lamer.
Untaste la manteca en mis pechos rasgados por tus manos y volviste a lamer.
La azúcar me la metiste en la boca hasta hacerme atragantar y después pediste que me la escupa entre las piernas... y lamiste... escarbaste, untaste, rozaste, acariciaste, besaste, chupaste, agasajaste con tu lengua toda mi piel. En fin... hiciste todo aquello que viniste a hacer cuando tus manos tocaron mi puerta.
Y yo... y yo solo prepare el café que nos debemos, firmando entre tus brazos mi sentencia de muerte... el vaticinio de la borra desnuda entre mis piernas se había cumplido, la trampa había saltado desnudando dos humanidades y el viento norte cerró la puerta.

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