miércoles, 10 de febrero de 2010

Selva... (o, bajo los efectos alucinógenos de alguna droga)


Se abrió el telón, se abrió el libro, y de pronto me hallé de pié frente a una enorme selva delineada por la luz de la luna.
Pequeños ojos, lenguas y el sudor de los árboles; mis sentidos no han podido diferenciar más que eso esta noche, y los tambores me invitan a correr.

La ninfa me había pedido los detalles de la expedición, quería saber qué se sentía poder volar, besó mis manos y sopló en mi rostro sus cristales; La tormenta había pasado, o aún no había comenzado...

¿Correr hacia donde?, ¿Correr hasta cuando?, ¿Correr porque?, ¿Correr?... millones de interrogantes se cruzaron por mi cabeza en delirantes segundos a los cuales mis pies le ofrecían resistencia.
Las hojas me rebanaban la piel de brazos y piernas... ¿Y yo?, y yo solo corría y no sólo corría, escapaba... ¿Pero de qué?.

No era un buen momento para dejarte y sin embargo te he dejado, ahora me persigues con ánimos de recobrar todo aquello que has perdido, aquello que no te he pedido, tus momentos, tus gotas, tus palabras, tus pasos, tus caricias, tus nombres, tu amor...
¿Y yo?... y yo no puedo desprenderme de todo aquello y al correr las baratijas me pesan, pero no desisto y corro.

La huella me sigues de cerca, el crujir de las hojas te delatan, los mosquitos me lo cuentan al oído y la luna juega en mi contra por que te ama, lo sé; siempre lo he sabido, ella te ha dado lo que yo no he podido... la luz y la calma.

Y de pronto me detengo... se que también lo has visto; y espero hasta que te pongas a mis espaldas para confirmártelo.

- Ya no escapo, el fuego me ha encandilado y no puedo detener mi sed de pecar. (te digo)

Siento ahora si, tu respiración en mi espinazo y antes de que digas palabra, o peor aún. que tus manos desgarren mi piel, me doy vuelta y tapo tu boca, miro la brea de tus ojos cansados... desesperados y te digo al oído que no te muevas...
¿Y vos?... y vos obedeces, como siempre, como cada vez, porque es lo que has aprendido a mi lado y el habito aún no se ha esfumado de tu cerebro pequeñito.

Destapo tu boca y pierdo de vista la brea... voy al fuego sin hacer ruido. Detengo mi respiración, aligero mis pies hasta flotar, lento y con los ojos del cazador observo cada detalle de los tizones en el viento, me acerco...
¿Y vos?...
y vos me miras.

La densidad de la selva se ha evaporado, el ruido de las hojas y las voces de los animales, incluso la tuya han desaparecido; solo escucho los tambores y el rechinar de la madera cuando el fuego la conquista, sigo avanzando hasta el mas claro de los claros...¿Y ahí?... y ahí estaba él, sentado frente al fuego dándome la espalda, aún no ha tomado en cuenta mi presencia.

Era todo muy raro, quizás no raro y si novedoso, de su boca salían sonidos en lenguaje aborigen, al igual que los tatuajes en su piel y en su cabeza desnuda, todo me decía que me encontraba frente a un importante brujo.

¿Y él?...
y él cantaba, y de pronto también fumaba. Ese ritual me llamo poderosamente la atención, ya que de esa pipa larga que sostenía entre sus manos y entre sus labios no se destilaba humo.
Pequeños gusanos, mas parecidos a huevos de hormiga negra que a larvas de mosca salían de la mirilla de la curiosa pipa, y antes de tocar el suelo estallaban dejando escapar de su interior una especie de animas que gritaban y silbaban en torno al fuego, alimentándolo, besándolo y danzando con él en una banda infinita.

¿Y él?... y el se encontraba extasiado con lo que estaba sucediendo... ¿Y yo?... y yo no perdía detalles de todo aquello; ¿Y yo?... y yo también estaba excitada y perdí la noción de mi cuerpo, de mi tiempo y de mi misión... y me dejé caer.
Los dedos de mis pies dieron muerte a una hoja ya seca que descansaba en el suelo y fue la misma intrusa quien le gritó mi nombre al guerrero... ¿Y él?... y él y las animas en el fuego me miraron con ojos de furia, sórdidos gritos corearon mi suerte imposibilitándome el escape... ¿Y él?... y él me sostuvo fuerte el brazo y arrastró mi humanidad al fuego... ¿Y yo?... y yo me dejé vencer y me entregue a aquel ritual de purificación.
El fuego desintegró con su calor mis vestidos y mis joyas, derritió mis cabellos, mis pestañas y cejas... pero no me quemó la piel.

¿Y ellas?... y ellas me comenzaron a girar alrededor, las animas se entretejían unas con otras vistiendo mi cuerpo desnudo y me susurraban la suerte de las damas curiosas... ¿Y él?... y el nos observaba y esperaba...

Cuando todo estuvo listo el hechizero metió una de sus manos al fuego, las animas lo miraban con una sensualidad inmejorable; ¿Y él?... y el buscó mi mano y me sacó del vientre del Dios Fuego.

Sacó de uno de sus bolsillos unos pigmentos con los que tiñó con líneas extrañas mis ojos y mi boca. Lamió el néctar de mis pechos que con el roce de su lengua se teñían de negro, como una gran mancha oscura que se extendía con vertiginosa rapidez por mi cuerpo... la saliva de su boca se evaporaba en mi piel... ¿Y yo?... y yo ya no era una dama curiosa, tampoco era ya una dama, ni una curiosa, mucho menos una mujer, mucho menos la mujer de otro, ni la suya, ni la del fuego...
¿Y yo?... y yo me había convertido en una de las fieras salvajes que habitan aún en esta selva de almas perdidas y mi tarea aún no se haya cumplida.

(- ¿Que ha sido de aquella fulana a la que le encomendé detalles? (Grita la buena actriz))

¿Y yo?... y yo gritó aún más fuerte:

- “¡Me he convertido en ninfa y hago pecar de poderío a las desafortunadas mujeres terribles. Les hago prometer para no cumplir, les hago y les deshago la suerte.
- También me he convertido en hiedra, en serpiente y en hoja delatora que grita la suerte de las curiosas damas, que ríe y que llora.
- Me he convertido además en larva y en hada y miro con sensualidad al guerrero (otro buen actor), y protagonizo la triste escena que se monta, una y otra vez.
- Me he convertido (por tu hechizo desgraciada) también en pigmento que se aloja en los dedos del extraño hombre y que mancha la piel de las miserables...
- Y por ultimo, para cerrar el telón de la obra de tu teatro, te escribo que también me he convertido en tatuaje, en alma y en hechicera desgraciada, y me encuentro y me pierdo, pero ya no puedo salir de esta selva, escenario de la desesperación!”...

Y ahora si... ahora si...

- ¿He cumplido mi tarea?
- ...
... Y ya no hay voces, y ya no hay nada mas que decir.
Cuando los telones se cierran, los actores se sacan el maquillaje y los disfraces duermen; el teatro se oscurece y no queda nada, y no queda nadie.
Del otro lado de la calle, los lechos cobijan a infelices con pinta de seres humanos. Y eso es lo que sos, una infeliz. Y eso es lo que también soy, una infeliz. Pero esta infeliz ya no es, y eso nos diferencia insignificante criatura.

- “¡Ahora niña, cierra la tapa de tu libro, no termines de leer la historia y guárdame en el ultimo anaquel de tu biblioteca!. Que la selva se vuelva polvo y el viento nos haga desaparecer!!!... ¡que una y otra vez volverá a suceder ... “Pero ten cuidado pequeña, que algún día serás dama. Ten cuidado, por que tu curiosidad tarde o temprano me traerá de nuevo a tus manos, pero esa vez terminaras la historia porque tu suerte estará en mis manos...”

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