lunes, 28 de marzo de 2011

Hn1…. (Hn vacia)


Cuando mis pies se convierten en polvo y me vuelvo liviana entre los dedos del que se declara dueño de la caza, aquel felino que sopla al viento mis caderas y me esparce al aire entre los habitantes que dificultan la respiración de los niños con asma.
De ahí en más todo cambia, no pretendo que aquel que me dejo de amar sienta por mi algo más que nada y en la nada me quedo, pendulando y en actitud de huida por las noches (…) camino hacia los ciervos.
La gravedad vuelve mi cuerpo terso y desgarbado; acaricio la tierra y todo tiembla. Los pájaros huyen del refugio y el alimento que les da el árbol de mato, abandonando a su paso a pichones pobres de plumas y ricos de hambre. Mis rodillas ceden y sangran, pero aún tengo fuerzas para seguir sintiendo.
Soy algo más que viseras y un organismo autómata, soy más que envase y enfermedad. Soy la que truena tras del rayo, lenta pero potente y hago eco en el laberinto que contiene tu cráneo, como los sueños; soy cicuta y mala junta, pero tengo un corazón de madre de 180 años y juego al “aparece- desaparece” como los niños sin, pensar en el vicio. Soy la mujer destinada al olvido y es que algo conmigo siempre termina mal.
(Limo mis uñas hasta los huesos y entiendo que eso no es normal, pero en la piel no se regeneran las huellas digitales y esa es la idea del anonimato, de la transgresión para con uno mismo)
Lleno mis pulmones de aire; la tráquea se me cierra como siempre y me ahogo una vez más. Bocanada de miles de partículas me dan fin, se corta el boleto y el zorro no pide porque ya sabe que estoy condenada a bajar.
Quiero salir del aislamiento por que el aire está viciado, y esta jaula me hace sentir mal, en cualquier momento estallara algo que no voy a poder controlar, aunque nunca estuve lo suficientemente cerca para que me vean el alma.
Suspiro y el efecto pasa.